jueves, 1 de julio de 2010

Fragmentos de un OVNI

La historia de Jorge Ramón Tabe Ibarra se remonta al 15 de noviembre de 1993. En esa fecha se hallaba trabajando para una compañía japonesa de metales para dar información sobre productos minerales, una de las mayores riquezas del Austral país. Se hallaba en Ovalle, en un lugar conocido como Valle de Tibarí, en Coquimbo. Alrededor de las once de la noche durante un descanso observó a su espalda una luz cegadora: "pensaba en ese momento que era como un auto que venía. Sin darme cuenta que en realidad procedía de la punta del cerro". Tabé pronto advirtió que "era una tremenda nave. La luz era de color azul y siguió acercándose lentamente cada vez más sin ningún tipo de ruido. Sólo era audible un tipo de zumbido como cuando usted le da vueltas a un cordel pero sin ruido de motor. Yo me asusté bastante porque la nave se posó, más o menos, a trescientos metros de altura. La tremenda nave tenía muchas ventanas con luces. En ese momento la nave apagó la luz azul y se encendieron tres luces de color rojo, verde y amarillo. En ese preciso momento, como esa luz venía hacia mi persona me dio un calor, como una energía muy especial, yo me asusté de tal forma que creí que me iban a llevar. Me posé de boca al suelo para que las luces no me vayan a levantar. Me asusté tremendamente porque lo único que yo le pedía a Díos padre todopoderoso que no me llevara y sin pensar que esta gente fuera a bajar de la nave o algo así por el estilo". ¿Tu te diste cuenta que aquello no era de este mundo? "Por supuesto, (asiente sin vacilación) inmediatamente". El extraño artefacto se detuvo entonces a baja altura, sin originar ruido alguno. "Te puedo decir que era dos o tres veces más grande que un avión de pasajeros. Era inmensa. Y, al hacer cambio de luces, no como intermitente, sino que prácticamente como ahí girando, rápido, lanzan una luz, como un rayo hacia donde yo estaba. En ese momento pensé que ahí venía alguien en ese rayo para levantar mi cuerpo. Pero me sentí muy, muy fortificado con eso porque era algo como si... muy especial". ¿Sentiste alguna sensación corporal? "Total, totalmente. Un calor, un calor en todo el cuerpo. Hubo un golpe de energía". Tras algunos minutos la nave apaga todas sus luces y se eleva lentamente hacia la llamada Quebrada del Viento, a 4.500 metros de altura. "en ese momento al llegar sobre el cerro, que estaba frente a mi persona (debe haber más o menos como un kilómetro de distancia) topa por la parte de debajo de la nave con la punta del cerro y salen unas chispas igual como si fueran luces artificiales. De un color azul. Y en ese momento la nave se eleva y apaga todas sus luces y desaparece en el cielo". Poco podía imaginar entonces el minero coquimbano que aquel misterioso objeto habría dejado en aquél inhóspito lugar asediado por fuertes vientos una de las mayores evidencias OVNI de todos los tiempos.

RESTOS DE UN OVNI

Efectivamente, llamado por la curiosidad al día siguiente trató de acercarse hasta el cerro. Recordó que cerca de allí, más abajo, había visto a unos cabreros con sus rebaños. Trató de arrendarles una mula por 8000 pesos pero el pastor quiso acompañarlo. "Ellos me guiaron hasta cierta parte" (asegura).
En ese paraje agreste se registran vientos de entre 180 y 200 kilómetros por hora, se trata de un lugar peligroso. "Doy gracias a Díos de que con los rayos del Sol, prácticamente en el segundo día, alrededor de las seis de la mañana, allá aparece el sol sumamente temprano, pude observar como un espejo que iluminaba como un faro desde el cerro" Al acercarse pudo advertir que se trataba de algún material desconocido. A pesar de ser un avezado "catador" de metales Tabe no supo reconocerlo. Parecía haberse deslizado cerro abajo desde el lugar donde chocó la nave. "Tuve gran temor de tocarlo (reconoce) y con una arista, con una varilla de madera, me acerqué lentamente por si estaban calientes. Era algo que no había visto nunca, brillaban como espejos. Entonces lentamente me fui acercando y los tomé. Me dio un calor en el cuerpo, parecida a la luz que había recibido pero en menor intensidad". En un radio de varios metros recogió diez fragmentos del misterioso material y los introdujo en su bolsa de muestras. Casi tres kilos y medio de materiales de ¡otro mundo! Al regresar a casa Jorge Tabe ocultó su hallazgo y también su experiencia a su esposa. Escondió tres fragmentos (los de las fotografías que acompañan este reportaje) en una caja de zapatos en el mueble del televisor y el resto los mantuvo en la bolsa de las muestras. Según me contó el ingeniero electrónico Patricio Díaz que ha investigado en profundidad el caso, el televisor del minero se hechó a perder. "Te puedo contar que la pantalla se puso negra, perdió la luminosidad".
Díaz comprobó los resultados del análisis minerológico de la Universidad de La Serena y de Chile para cuyo equipo de expertos el material era desconocido y descartaban el origen meteórico. También pudo saber que uno de los fragmentos no mostrados al público oculta algún tipo de símbolo semicircular. Las piedras (según su testimonio) cambian de peso, se muestran más ligeras o pesadas y no son conductoras de la electricidad, curiosa circunstancia para un metal.

PIEDRAS QUE CURAN

En este sentido es muy importante la encuesta del psiquiatra Dussuel. "Tabe coloca las piedras en los lóbulos frontales para efectuar curaciones con ellas" Lo curioso es que el psiquiatra chileno realizó un encefalograma antes y después de esta experiencia y detectó "ciertas singularidades". El de Tabe no es el único caso de piedras extraterrestres curativas. La madrileña Carmen Yagüe lleva años ejerciendo de sanadora mediante tres piedras que le dejaron, presuntamente, unos alienígenas del planeta Tufol (?). También en el Chinarral (Cádiz) existe una curandera, Charo Alvarez, que afirma ser depositaria de una energía sanadora procedente de las estrellas y que vehiculiza gracias a las aguas de la playa y de unas piedras de origen extraterrestre.
Las piedras de Tabe, sin embargo, evidencian haber sido fundidas. Sus caras lisas y plateadas así parecen indicarlo y se distinguen de la de sus homónimos del otro lado del Atlántico por haber superado rigurosos estudios minerológicos.

CUATRO ANALISIS DISTINTOS

En Abril de 1994 el ingeniero en metalurgia Jaime Bravo recibió dos trozos del misterioso material. Las muestras pesaban un kilo y medio cada una y presentan una densidad semejante al Ferro-Manganeso, brillante e iridiscente a la luz solar. El gerente de Tratamientos Térmicos Panamericana Norte efectuó entonces un estudio metalográfico de la aleación. Para ello la sometió al ataque de ciertos ácidos que no ocasionaron cambios en la observación microscópica superficial. La conclusión del estudio: ¡Material Desconocido! ¿Estamos frente a una primera evidencia de material extraterrestre? Para corroborarlo en junio de 1994 se enviaron otros 150 gramos del material al Laboratorio Químico del doctor Rafael Salfate. Se pretendía fundirlo sometiéndolo durante 30 minutos a una temperatura de 900 grados. Se aumentó la temperatura hasta los 1.500 grados durante treinta minutos más y se sacó del fuego sin derretirse. Conclusión: "Este metal desconocido soporta altas temperaturas y no se desintegra".
Pero todavía aguardan otras sorpresas. Por mediación del doctor Akira Naito las compañías japonesas Matsutani e Hitachi Matal quienes analizarán la composición de la muestra al microscopio electrónico descubriendo así 22 elementos distintos en la aleación. En un 70% resulta ser cobre aunque también contiene níquel, aluminio y zinc. Según explica el ufólogo Graham Conway el material posee, además, extrañas propiedades como no servir de conductor a la electricidad o no ser detectable al radar. Propiedades éstas que ya fueron advertidas por un análisis efectuado por el Lyndon B. Johnson Space Center, dependiente de la NASA al que pude tener acceso. ¿Estamos frente a una evidencia solida de la presencia OVNI en nuestro planeta? Por desgracia no. En La Serena, bella localidad de aspecto colonial situada al norte del país pude consultar al doctor Claudio Canut de Bon, respetado ingeniero de minas de la Universidad de La Serena que observó acertadamente que si bien la aleación era singular y, por consiguiente, no era posible hallarla de forma natural en la Tierra, esta era muy pesada para ser utilizada con fines aeronáuticos. "Si yo quiero hacer una nave que me resista el roce la atmósfera a alta velocidad ¿por qué voy a coger estos metales cuando conozco otros más resistentes y más livianos, como el Titanio?" Construir un ovni con una aleación de cobre y zinc equivaldría por tanto a hacer un ovni muy rupestre, casi de latón, al lado de la moderna tecnología empleada por el hombre para viajar por el espacio. ¿No es acaso una incongruencia? Claro que las dudas podrían disiparse con más análisis a las muestras. Pese a mantener lo contrario, Jorge Tabe no ha soltado las piedras ni un momento. Asegura que "han venido muchos extranjeros a mi casa a comprarme los metales. He tenido ofrecimientos hasta 100 millones de dólares pero yo no los vendo por la simple razón que esto es una reliquia que Dios omnipotente y todo poderoso Jehová me ha entregado a mi mano para darlo a conocer a la humanidad". A pesar del valor científico (y también económico pues Tabe las pasea de exposición en exposición merced a un permiso escrito del secretario ministerial de la IV Región) que tienen las piedras "extraterrestres" siguen aguardando nuevos análisis rigurosos e independientes desde su guarida bajo el televisor de su casa, en una humilde caja de zapatos. Vivir para ver.

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